Por: Dr. Eleazar Ontiveros Paolini

Segunda entrega semanal por capítulo de la novela Muriendo desde la Z.

II

FRENTE AL PAREDÓN

El despertador llamó a la vigilia con insistencia. Eran las seis de la mañana, hora acordada con el profesor Fernando para levantarse. Leonardo se resentía cada vez que se veía obligado a levantarse en horas de la madrugada. Y era que hasta altas horas de la noche se embebía con obsesión en el repaso de las acepciones, eligiendo al azar palabras del diccionario, empezaran por la letra que empezaran. Al hacerlo se olvidaba del mundo, nada lo distraía y el sueño no lo sumía en su obligatoriedad. En determinadas oportunidades optaba por utilizar parte del tiempo en escribir en su agenda lo que quería registrar de las experiencias diarias, para un día darle cuerpo a su novela. Esto lo hacía cuando constataba que su tutor dormía profundamente. No quería que supiera sobre lo que escribía. Algún día le daría la sorpresa. Por otra parte, no quería ninguna apreciación crítica a favor o en contra de su oculta producción literaria. Se trataba de un goce íntimo que lo llenaba de satisfacción.

Se bañaron y vistieron con cierta celeridad. Las maletas las habían arreglado antes de acostarse. Tal como lo habían concertado con la recepción, los esperaba un taxi en la puerta del hotel.

De acuerdo a lo planificado deberían estar en el aeropuerto a más tardar a las 7 de la mañana. El vuelo a Caracas saldría a eso de las 8 y  resultaba necesario tener en cuenta la posibilidad de que se presentara una tranca de esas insoportables en alguna de las  avenidas que tendrían que transitar para llegar al aeropuerto, al cual debían arribar a la hora acordada. Por otra parte, sabían que no se respetaban las reservaciones. Los despachadores no tenían ninguna reserva en negociar cupos sin importarles a quienes perjudicaban. Además, los reclamos eran inútiles. La anarquía y la impunidad decidían todo en el país.

Leonardo le tenía fobia los viajes. Sentía que la constante viajadera de una ciudad a otra, de un país a otro, en la mañana, a mediodía, en la tarde, los sábados, los domingos y hasta durante noches enteras, lo incomodaba hasta el extremo de pensar en renunciar, tirar todo al carajo.  Con insistencia acosaba con  quejas y lamentos a su tutor, quien en cada caso, con la paciencia de un padre amante, trataba de aplacarlo. Más pronto de lo que crees ▬ le aseguraba con afectación ▬ aunque que trates de convencerme, desistiré de este acoso y me iré a vivir arriba de Betania, como lo hice en mi niñez, en donde sé que al lado de los viejos y de Dolores, voy a poder descansar al abrigo de la quietud del páramo, el frío y la lluvia.

Soñaba, día a día, con insistencia, con sentarse, sin ninguna preocupación, cerca de la chimenea, tomar un libro, y perderse en el mundo nimbado de la ficción o de la historia. Le recordaba a su tutor que allí tendría la compañía de sus files amigos: los Libros. Que para eso, pensando siempre en huir  de la jauría, había conformado una biblioteca en la que estaba todo lo que no había podido leer y deseaba hacerlo, sin que ni el vuelo de una mosca lo interrumpiera.

Eso lo discutirnos después ▬ ripostaba en cada oportunidad Fernando ▬. Argumentaba que tendrían tiempo  de sobra para pensar en el retiro, pero que su opinión era invariable sobre el deber de seguir adelante hasta que se considerara suficiente. Con tono profesoral le decía: el don que Dios te ha hado debe ser conocido y disfrutado por la mayoría de la gente, es decir, y sé que con esto no estás de acuerdo, no te pertenece a ti solo, es de todos por ser la voluntad de la omnipotencia.

Al oírlo, Leonardo se reía con sorna, a la vez que con plena conciencia le respondía que también era necesario considerar que él era obra de Dios y por tal  tenía pleno derecho a tomar el rumbo que creyera conveniente, a lo que agregaba: ¿No sentenció acaso que todos teníamos libre albedrio? Ya he compartido, hasta la saciedad, mi incomparable capacidad. Además, cada día crece en mí la convicción de sentirme no como  un genio sino como un hombre show, como dicen los gringos, que brinda en cada presentación, en cada reto, un espectáculo similar al que pretendieron con King Kong. Nadie, así lo creo, estima en su justo valor lo que hago, sólo se divierten conmigo, muestran su admiración momentánea, algunos me adulan y después, al despedirme, no creo que hayan fijado algún aprecio sincero por mi persona, sino el sencillo recuerdo de mi memoria en su memoria. Y eso  seguirá siendo así, a pesar de que en esta gira que considero determinante por enfrentar a los que  son los mayores conocedores la lengua, podré convencer  y convencerme de que soy en el mundo de habla hispana quien tiene el léxico más rico, más completo, si se toma en cuenta que conozco un gran porcentaje de las 88.000 palabras del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, excluyendo nombres de animales, plantas, minerales, compuestos químicos y referencias geográficas. Y esto ▬le recordaba▬, no le ha sido posible a ningún otro humano.

Comprensivo, Fernando siempre le sugería que seguirían hablando durante el vuelo y en este caso ▬ le recordó con énfasis▬ lo que privaba y debía centrar su atención, era alcanzar la cúspide de su carrera y luego pensar en el resto del camino a seguir. Te prometo ▬ le aseguró ▬  que después de la gran prueba que debemos enfrentar en los próximos días, definirás  tú futuro con plena libertad, sin que yo opine nada, pues  en definitiva es una decisión personal,  aunque mi opinión pueda diferir de la tuya.

Llegaron al aeropuerto de Maiquetía a eso de la 9 am, es decir, 3 horas antes de la fijada para el vuelo a Madrid. Hicieron el consabido registro, compararon el periódico y se sentaron a esperar. En grandes titulares los periódicos nacionales daban a conocer del viaje a España para corresponder a la invitación de la Junta de Gobierno de la Academia de la Lengua y de la Universidad de Salamanca.  El avión saldría a las 12 meridiano, era lo establecido en el itinerario de la aerolínea española IBERIA, de manera tal que tendrían que llenarse de paciencia durante lo que serían tres largas horas de aburrimiento, de tedio, de ir para allá y para acá, sintiendo la alucínate inquietud de la gente corriendo en todos los sentidos, arrastrando sus maletas, su sudor  y su destino.

Leonardo, con un sombrero calado hasta los ojos y unos lentes opacos, pretendía evitar ser reconocido, evitando el desasosiego que le causaban las personas deseosas de tocarlo y de pedirle un autógrafo. Su fama ya era mundial. Recordó que si bien en los inicios de su carrera le satisfacía, le halagaba que los admiradores se le acercaran, a lo largo se convirtió en un asedio insoportable, tanto que ni siquiera podía comer tranquilo en un restaurante o asistir a algún espectáculo, sin sentirse como un venado rodeado de la jauría.

Almorzaron a las 10 y media y lo hicieron  con la mayor lentitud, tratando de que el tiempo transcurriera sin tener conciencia de ello. Parece que eso nos pasa a todos y más cuando anuncian que el vuelo saldrá una dos o tres horas después de la fijada. No nos queda más que sacarle la madre a no se sabe quién, tomar café como unos desesperados y tratar de leer alguna revista, procurando calmarnos, hasta que se nos llama al abordaje y respiramos tranquilos. El colmo de la maldición es cuando esa vocecita chillona inconfundible anuncia por los altoparlantes, que el vuelo fue suspendido y  por lo tanto se pospone para el otro día, a una hora no muy bien precisada. Que desagradable y perturbador recoger las maletas e irse a un hotel o a casa de algún familiar, si es que lo tenemos a mano, para pensar si al otro día podremos llegar a nuestro destino.

IBERIA anunció su vuelo 777 con destino a Madrid. De nuevo se dejó oír la chillona  y rebuscada vocecita de la muchacha encargada de tan rutinaria tarea: se les agradece a los señores pasajeros abordar el avión por la puerta número siete. No olviden sus bolsos de mano.

A las 12 y 30 el avión despegó rumbo a la capital española. Eran aproximadamente seis o siete horas de vuelo, lo que resultaba un nuevo fastidio, a menos que se consiguiera algo que hacer. Como siempre, Leonardo sacó su revista de crucigramas súper difíciles y empezó, con una celeridad asombrosa a llenarlos sin siquiera parase un momento por efecto de alguna duda o imprecisión. Fernando, a su lado, lo miraba llenarlos con el asombro de siempre. Aun cuando lo había acompañado desde el inicio como tutor, consejero y promotor a decenas de ciudades, asociaciones, instituciones, universidades, colegíos, liceos, televisoras y hasta teatros, no dejaba de estimar como Leonardo manejaba a sus anchas el significado de las palabras.

Leonardo, con desgana, a la vez que recibía un refresco de la azafata, le preguntó a su profesor cuál sería el itinerario  a seguir de ahora en adelante, pues por su proverbial falta de interés en conocerlos con anticipación y en forma pormenorizada, no lo tenía precisado

Fernando, dándole como siempre un tonito profesoral a su explicación y aprovechando la oportunidad para hacer aflorar sus conocimientos, le explicó: el avión llegará a Madrid a eso de las diez o diez y media de la mañana, dado el cambio de horario. De inmediato, alguien nos espera el aeropuerto, nos dirigiremos al famoso “Hosped Madrid”, uno de los mejores que hay en la ciudad, según puede constatarlo, de cinco estrellas. Allí nos espera un suite donde podremos descansar a pierna suelta y pedir lo que se nos antoje. Dormiremos o haremos lo que queramos el resto del día. En la tarde, a eso de las 3, seremos invitados a algún sitio especial. Al otro día, en la mañana, cuando despertemos, iremos al Museo del Prado y en la noche enfrentaremos lo que Dios quiera en la Academia.  Es casi un pecado venir a Madrid y dejar de ver ese maravilloso espacio en que se manifiesta la más grande profundidad espiritual transmutada en los colores. Dejar de ver obras que ni por casualidad podrán ser imitadas y que son, sin duda, un patrimonio de la humanidad, muestra del genio que Dios le ha dado a muchos hombres, tal como lo ha hecho contigo, es un sacrilegio. Regresaremos luego al hotel y a eso de las siete de la tarde, vendrán a buscarnos para ir a la Academia de la Lengua, en donde, de acuerdo a los dispuesto y acordado, te presentarás ante los académicos, a las ocho. La entrevista, llamémosla así, será transmitida por la Televisora Internacional de España para todo el mundo. Dimensiona ▬ dijo tratando de ser convincente ▬ la importancia que representa ese detalle. Ellos, se nos informó por órgano del Instituto de Lexicografía, te preguntarán por el significado de quince palabras, previamente seleccionadas en su dificultad, con base a lo poco comunes, por un comité de expertos. Tengo la impresión, y eso me divierte, de que muchos de los académicos no conocen el significado de algunas de las palabras que seleccionarán.  A veces eres indiferente frente a nuevos retos, pero dimensiona lo que este representa ▬ acentuó, enfatizando ▬ en cuanto a la apreciación que como mete privilegiada generarás en hombres tan ilustres. Por otra parte, han decidido, no te lo había comentado pues nunca te has interesado en los pormenores económicos,  pase lo que pase recibirás la cantidad de 200.000 euros y si a la totalidad de las palabras puedes darles con propiedad su acepción o acepciones, recibiremos la enorme cantidad de 500.000. Bueno, al otro día de la entrevista y de salir airoso del paredón, como tú has calificado el reto, a eso de las 10 de la mañana del otro día saldremos en vuelo a Salamanca, para que te presentes en una universidad de las más prestigiosas de España, incluyendo en ello su antigüedad.

Leonardo, indiferente para con las cifras que le daba a conocer Fernando, le solicitó que le explicara con detalles lo que en el fondo era la Academia y de qué se ocupa fundamentalmente, Consideraba que algo debería conocer antes de ir a presentarse en tan sacrosanta institución, y era que a lo mejor, nadie lo sabía, tendría que apelar en algún momento, en alguna conversación, a datos básicos sobre ella. También, interesado, le preguntó a que se debía tanto entusiasmo cuando habló del Museo “Del Prado”, aunque en este caso ya había leído algo acerca del mismo, y sabía que era uno de los más prestigiosos del mundo. También, agregó, que le agradecía le contara algo sobre la Universidad de Salamanca.

Fernando agradeció que le solicitara esa información. Le gustaba, era un vicio pedagógico, explicar cualquier cosa, en especial porque de alguna manera tenía conocimientos amplios de historia, geografía y ciencias naturales, con las cuales lidió durante toda su vida como profesor de secundaria, egresado del pedagógico.

Bueno ▬ dijo a la vez que asumía  una pose estirada ▬ la Real Academia tiene la delicada  misión  de velar porque los cambios que experimenta la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes, no quiebren la esencia de la unidad del idioma. Debe cuidar, de igual manera, de que el idioma conserve el genio y se resalte  su esplendor. Por otra parte, y esto es muy importante, a intervalos determinados  publica una nueva edición del DRAE, es decir, del Diccionario de la Real Academia, en donde aparecen adaptaciones, adecuaciones, exclusiones e incorporación de nuevas palabras. También edita sobre ortografía, filología y lexicografía. En los países de América Latina hay académicas nacionales, que en coordinación con la Real Academia tratan de cumplir la misión encomendada a ésta y de lograr la inclusión en el DRAE de palabras de uso común en cada país.

En cuanto al extraordinario museo ▬ explicó respirando profundo y manteniendo una pausa ▬ es muy, pero muy importante. El guarda la colección de pintura más sobresaliente de España, lo que no quiere decir que sea sólo española. Allí hay pinturas de la escuela italiana, flamenca, holandesa, francesa, alemana y británica, que hacen del museo una pinacoteca extraordinaria. Su origen se remonta al año 1814, cuando Fernando VII entró triunfante a España después de su exilio en Francia. Ese mismo año firma el decreto de fundación de una galería de pinturas y otros objetos artísticos en el Palacio de Buenavista. Posteriormente, en 1818, toma la decisión de restaurar el edificio del Gabinete de Historia Natural y Academia de Ciencias de Villanueva del Prado de los Jerónimos, para construir el Museo Real de Pintura y Escultura. Ya verás mañana la riqueza que allí se guarda ▬ dijo emocionado de sólo pensar en poder tener al alcance de sus ojos obras imperecederas ▬ basta con considerar las pinturas de Diego Velásquez, Francisco de Goya, José de Ribera, El Bosco, Alberto Durero, Rafael, El Greco y Tiziano, para dimensionar la riqueza que se expone en el Prado.

La amable azafata interrumpió para preguntar si deseaban cenar. Contestaron afirmativamente y a los pocos minutos, la cena les fue servida, pero Fernando, no queriendo interrumpir su explicación, continuó sin respetar los modales de comer con la boca cerrada:

La Universidad de Salamanca ▬ querido Leonardo ▬ está asentada en la Ciudad del mismo nombre, en la comunidad autónoma de Castilla y León. Es la más antigua de las universidades españolas y una de las más antiguas de Europa, después de la de Bolonia, Oxford y París. Imagínate lo vieja que es que se fundó o por lo menos fueron sus orígenes, en 1218, es decir, que tiene muchos siglos. Hoy cuenta, según he averiguado, con 32.000 estudiantes y ofrece muchas carreras, maestrías y doctorados. Muchos venezolanos han estudiado su cuarto nivel en esa Universidad y hay algo muy importante que debes saber: las primeras universidades de América Latina copiaron su modelo al fundarse: La de Santo domingo, fundada en1538; San Marcos de Lima, en 1551; México en 1533; y la nombro, por la proximidad a nuestro  estado Táchira, la de los Andes, en Mérida, en 1.785.

Después de la cena, se quedaron dormidos, hasta que la azafata, los despertó ofreciéndoles un paño tibio para cubrirse la cara y despabilar un poco la modorra. A la hora prevista, aterrizaron en el agitado aeropuerto de Barajas. Una vez cumplidos los requisitos legales con las autoridades, salieron al sitio en donde las correas transportaban las maletas desde el avión. De pronto, vieron a un hombre corpulento, que mostraba por encima de la gente, levantando los brazos, una cartulina en la cual se leía: Señores Leonardo Prado y Fernando Perdomo. Se acercaron a él y se identificaron. A partir de ese momento, el hombre, después de darles cordialmente la bienvenida, se encargó de todo. Sugirió que esperaran en la salida, que él los recogería en el coche en la puerta de entrada.

Leonardo le comentó a Fernando con cierta decepción, que en todas partes los había recibido algún personaje importante, el presidente de la institución que invita,  el Ministro de Cultura y así por el estilo, pero, en este caso, se conformaron con enviarles el chofer.

Fernando le aseguró que él también había notado el detalle, pero que eso no debía importarles, pues lo de ellos era cumplir lo convenido, olvidándose de lo demás. Por otra parte creía  que debió presentarse algún contratiempo que imposibilitó que algún representante de la Academia hubiera venido a recibirlos, pues era inconcebible que institución de tanta importancia obviara un detalle de tal naturaleza.

Más o menos unos quince minutos después, un automóvil negro, muy lujoso, se paró frente a ellos. Reconocieron al hombre que los había esperado. De inmediato, abordaron el auto, rumbo al hotel.

Hacía un calor de mil demonios. No en vano estaban en pleno verano. Por esa razón no se veía un agite extremo en las calles. Los españoles son  apasionados al mar y le huyen a la inclemencia del sol que abrasaba a Madrid en la época, para vacacionar en las playas que tienen en el Mediterráneo, incluyendo las de Francia, que se convertían en hormigueros humanos.

El chofer les dio con efusión la bienvenida, a la vez que se identificaba como Jesús del Rosal y especificaba que era gallego, nacido en Pontevedra y devoto, para más señas, como casi todos sus paisanos, del Apóstol Santiago, a quien se encomendaba todos los días. Explicó que era el chofer oficial del Presidente de la Academia, y que de acuerdo a lo que le indicaron, se ponía a la entera disposición para llevarlos a donde quisieran

Leonardo le dio un golpecito en la pierna al profesor, a la vez que gesticulaba con la boca, como queriendo decirle que se iban a tener que calar la perorata del chofer, quien por lo visto no pararía de hablar.

Al cabo de una hora de transitar las calles de la hermosa ciudad y oír mil explicaciones del chofer, llegaron a la puerta del “Hosped Madrid”, a todas luces un hotel de primera categoría. Dos diligentes mozos, con smoking, le abrieron la puerta, a la vez que otro sacaba las maletas del carro y sin mucha parsimonia se dirigió a la recepción. Entraron, una bella mujer los atendió en la recepción. Les indicó que se les había reservado, por parte de la Academia, la suite nº 7, que daba a la calle y que por lo tanto permitía una vista panorámica de gran parte de la capital española. Leonardo se llevó la mano al bolsillo de atrás del pantalón para sacar su cartera y dar la concebida propina al maletero, pero no la encontró.

Sin duda se la habían robado  en el aeropuerto. No supo en qué momento. Pensó que fue cuando estaba parado en la salida, ya que el ir y venir de personas era indetenible. Recordó ▬ creyendo haber encontrado una explicación ▬ que había sentido que alguien lo empujaba con fuerza al salir y sabía de la utilización de ese método empleado por los carteristas en todo el mundo. Su preocupación se atenuó, al recordar que el pasaporte, la cédula y demás papeles estaban en su bolso de mano.

La muchacha de la recepción, con coquetería a la vez que reía,   mostrando una dentadura perfecta y pretendiendo con ello solventar el mal momento, les dijo que eran los hombres del día en España. Que todos los medios difundían con profusión la noticia sobre la prueba a que tendrían que enfrentarse al otro día en la Academia y que se explicaba que la misma consistía en constatar el conocimiento que tenían sobre las palabras del diccionario, en función de la escogencia de palabras que harían expertos en lexicología y filología.

Pretendiendo congraciarse presagió que saldrían airosos de prueba tan difícil. O por lo menos era lo que les deseaba de corazón. Afectando  poses de inocencia, le pidió a Leonardo, le estampara su firma en una libreta en la cual desde que ingresó al personal del hotel, tenía la rúbrica de las grandes luminarias que de cualquier disciplina habían optado por alojarse en el Hospel. Complacida les mostró la carátula de la famosa revista “Hola” en cuya portada aparecía Leonardo y en el interior, una entrevista que le habían hecho en Caracas.

Al detallar lo que mostraba la revista, Leonardo con jocosidad comentó que se sentía de la realeza al mezclarse con duques, duquesas, multimillonarios, es decir con la sangre real de España y Europa, lo que le resultaba muy alentador a alguien que como él, había nacido en un pueblo perdido de las montañas venezolanas y que ni siquiera aparece en el mapa del estado, menos en el de Venezuela.

La joven asimiló el comentario sin siquiera pestañear. Estaba acostumbrada a experimentar ese tipo de situaciones sin  inmutarse. Y era que como muchos españoles, se sentía cómoda con la supervivencia de la nobleza, los títulos nobiliarios y la existencia de un Rey. Al igual que la mayoría estimaba  que convivían con el progreso y liberalismo del siglo XXI, sin ningún tipo de contratiempo y que por el contrario, ayudaban a la estabilidad social.

Leonardo, a la vez que esbozaba una sonrisa por su comentario y pareciendo haberse resignado al robo, estampó su firma en la libreta.

De inmediato, Fernando, sin siquiera consultarlo con Leonardo, le pidió a la muchacha que por favor le indicara al chofer que después de ocupar la suite, bañarse y cambiarse de ropa, bajarían  para que los llevara a un buen restaurante; a uno de los mejores.

Se quedaron boquiabiertos con la belleza y amplitud de la suite. Ante todo decidieron bañarse. Había dos espaciosas salas de baño y dos yacusi. Optaron por éste en espera de lograr un momento de pleno relajamiento neutralizando hasta donde afuera posible, el cansancio acumulado por tan largo viaje.

Después del baño se tiraron en las amplias camas, descansaron una media hora, para luego vestirse con parsimonia, Les resultó difícil seleccionar la colonia a usar, pues había hasta una media docena disponible para ellos ad libitum. Leonardo fue batiendo frasco por frasco y oliendo en cada caso, hasta que se decidió por una de marca  “Aqua di Gio”, de Armani. Olía a cielo.

Cuando bajaron y entregaron la llave de la suite a la recepcionista, esta les recomendó que fueran a comer a “El Serete”, restaurante que era considerado por españoles y turistas como de primerísima categoría  tanto por su belleza como por la exquisitez de su comida. Les aseguró que ningún famoso que hubiera pisado  Madrid, había dejado de visitarlo. Eso sí, les aclaró con picardía, les costará un ojo de la cara y parte el otro.

Le haremos caso ▬ afirmó Fernando pretendiendo ser chistoso ▬ pero si resulta un fiasco le insinuaremos al gerente que prescinda de sus servicios, pues se espera que mujer tan bella, recepcionista de un hotel de este tipo y codeándose a diario con importantes  e ilustres visitantes, no puede defraudar a nadie con sus recomendaciones.

A la vez que se sentaban en la recepción, Leonardo, entusiasmado, le dijo a Fernando que tenía la sensación de que España era algo de otro mundo. No era una exageración, habían viajado y conocido mucho, pero en el ambiente flotaba una sensación especial. Percibían que el  país tenía un sabor sui géneris, algo diferente, algo subyugante, algo para lo cual no tenía una explicación posible.

Fernando se alegró por el entusiasmo de su pupilo. No era para menos, pues lo preocupaban las constantes quejas por los viajes. Para reforzar lo que Leonardo sentía en ese momento, le ratificó su convicción, pues ya lo había hecho muchas veces, de  que conocer era algo estimulante, algo que hablaba de la belleza de la vida, que permitía entender que éramos habitantes  en un mundo amplio en que las múltiples formas de pensar, sentir y actuar definían un espectro de riqueza inconmensurable.

La recepcionista, frunciendo el ceño como si estuviera haciendo un gran esfuerzo para recordarlo, les informó que minutos antes  el Secretario de la Academia de la Lengua había llamado preguntando por ellos, a la vez que le solicitó que les informara que en unos veinte minutos estaría en el hotel. Que lo esperaran pues deseaba acompañarnos, en el entendió de que la academia tendría el agrado de invitar.

Bajando la voz para que la muchacha no lo oyera, Fernando comento que ya estaba extrañando que no se les hubiera contactado, en especial por tener entendido que los españoles eran excelentes anfitriones. Leonardo no le dio importancia al comentario, se entretenía con la hermosa cara de la recepcionista, que inquieta por la persistente mirada del muchacho, empezó a utilizar la computadora para evitarla.

Se dispusieron a esperar. Después de hacerlo durante un rato, hizo su aparición un señor finamente trajeado, de baja estatura, algo calvo, de barba bien cuidada, ojos vivaces y con porte señorial, que al verlos los distinguió y se dirigió a donde estaban.

El hombre, afectando una pose estirada les tendió con amabilidad la mano, a la vez que les daba la bienvenida a Madrid y se ponía a la orden para atenderlos de la mejor manera. Pidió las más sentidas disculpas por no haber podido recibirlos en el aeropuerto, pero según explicó, una sesión extraordinaria de la Academia, acerca de un asunto delicado, se llevó toda la mañana, concluyendo la  a eso de las dos de la tarde.

Al unísono Fernando y Leonardo, mostrando respeto y un tanto sobrecogidos por el porte gallardo del hombre, le agradecieron la amabilidad de haber venido a saludarlos y ponerse a sus órdenes

A vez que sonreía complacido, el Secretario les insinuó que se dejaran  de lado los formalismos y se empezaran a tratar como viejos conocidos. Les manifestó que su deseo era que se sintieran lo más cómodos posible. De inmediato les insinuó que fueran a almorzar, haciéndoles el comentario de que la recepcionista había escogido con mucho criterio “El Serete”, pues era uno de los restaurantes más prestigiosos de la capital española. Les aseguró que en verdad era extraordinario y con una bodega que se perdía de vista, aunque sabía que los latinos, la gente del trópico, no eran muy dados al vino y preferían el whisky, la cerveza y el ron. Rompiendo en forma definitiva cualquier reserva formal, comentó con un dejo de satisfacción, que había probado un ron venezolano que se vendía mucho en Madrid y al cual consideraba excelente, de marca “Cacique”.

Una vez en el auto,  el Secretario le indicó a chofer que se dirigiera a “El Serete”, sin ninguna explicación más. El chofer conocía perfectamente la dirección, pues era el preferido de la Academia para atender a sus invitados. Lo que si le solicitó fue que procura la vía más rápida, pero que debía desplazarse a baja velocidad para que los señores pudieran ir apreciando con cierto detenimiento, lo que la ciudad ofrecía en cuanto a arquitectura, a lo largo de la vía por donde se  irían desplazando.

Al cabo de una media hora y sosteniendo una agradable conversación, en la cual con prudencia el Secretario no tocó nada de lo referente al acto que se realizaría en la Academia al otro día, llegaron al restaurante.

Fernando se alegró de haber llegado al famoso restaurante. Tenía tanto apetito que pensó que podía comerse una ternera. Así se lo dio a conocer a sus acompañantes.

El Secretario se vio en la necesidad, con cierta incomodidad, de aclarar que “El Serete” se especializa en frutos del mar, pescados y mariscos de todo tipo y que por lo tanto no ofrecía carnes, pero, que  sin embargo, les aseguró, que lo que  degustarían no tendría comparación. Ya verán ▬ enfatizó.

El ambiente del restaurante era extraordinario. Pinturas de calidad, flores, luces a baja intensidad, una música suave, sugestiva, y muchos adornos llenos de colorido, mostrando con profusión motivos españoles.

El mesonero, vestido de smoking, se acercó, saludo con cortesía y le extendió a cada uno un menú, empastado con cuero repujado e impreso con letras doradas.

El Secretario, continuando con el deseo de mostrar la mayor amabilidad, les dio a conocer que entre los españoles era un pecado no tomarse un buen vino antes del almuerzo, durante el mismo y al final. Aclaró que el que iba a ordenar y que a pesar de que ellos no estaban acostumbrados a degustar los vinos con la posibilidad de apreciar su calidad, les iba a  resultar imposible  no  disfrutarlo a plenitud. Aclaró que se trataba de uno de los más famosos de España, el Pingus, calificado con 99 sobre 100 por los expertos. Que proviene de las bodegas de Domingo Pingus, ubicadas en las orillas del río Duero. Entre nosotros, amigos, ▬ acentuó ▬ hay un dicho que resume nuestro amor por el vino, del cual no podemos prescindir. Dice: “Si eres rico y no bebes vino, más vale que te pegues un tiro”. Claro ▬ agregó ▬ que lo de rico puede eliminarse, pues muchas familias, hasta las muy humildes, lo procesan a nivel casero, lo que quiere decir que lo bebe todo mundo, aunque haya diferencias, a veces significativas, en la calidad.

Fernando, un poco incómodo por ponderar que el Secretario tenía razón en cuanto a sus posibilidades de apreciación del vino, optó, tratando de medio remedar el capote, diciendo, sin mucha convicción, que si bien el consumo en el trópico no era  cotidiano, si se consumía de vez en cuando, y que en su país, incluso, había una fábrica de vino llamada “Pumar”, aunque no podía hacer ninguna calificación. Para justificar en algo lo que no tenía que justificar, comentó que el consumo estaba aumentando a lo mejor por los cada vez más elevados precios del whisky, en especial de vinos chilenos y argentinos e, incluso, que como no sucedía antes, se hacían con cierta regularidad reuniones, las llamadas “catas”, para degustarlos, acompañado el consumo  con  algunos pasapalos o tapas. Es tanto, aclaró, que ya empezaban a aparecer, no sabía si con la  propiedad debida, catadores y hasta profesores que se suponía enseñan todo lo relacionado con el vino, su fabricación, tipos, propiedades y formas de servirlo.

Leonardo, con cierta impertinencia, queriendo apurar el almuerzo, pues tenía el estómago contraído por el hambre, se atrevió a proponer que había llegado el momento de probar las delicias de las que había hablado su anfitrión

El Secretario asintió, pero propuso que previamente pediría otra botella y algunas entradas, para ir amortiguando, mientras se solicitaba el plato principal.

Leonardo y Fernando estuvieron de acuerdo, aunque ya el primero empezaba a sentir el efecto de los duendes escondidos en el vino.

El anfitrión llamó al mesonero y le solicito que trajera un abreboca de langosta en rodajas y camarones en tinta de pulpo. Como plato principal, aseguro que lo sugería pues no tenía ni el más mínimo temor de quedar mal con ellos, Mero a la Parrilla.

Por considerar, ya antes lo había comido, que se trataba de algo exquisito y que por tener la seguridad de que iban a degustar algo delicado, sin esperar la opinión de sus invitados, hizo el pedido. Después de hacerlo, para justificar su atrevimiento, les explicó entusiasmado que el mero era el mejor pescado y que marinado con aceite de oliva, limón romero y ají rojo ahumado, para  luego ser colocado en la parrilla a fuego muy lento, era un plato para dioses. Pretendiendo ser aún más convincente, les dijo que había un  dicho español muy significativo: “Del mar el mero y de la tierra el carnero”.

Leonardo aclaró, no satisfecho con la detallada explicación que más parecía una promoción, que sin bien  aceptaba lo del mero, pues lo había comido en muchas oportunidades, prefería el róbalo y que dijeran lo que dijeran del carnero, no había carne como la del cerdo.

Rieron alegremente al considerar que no se trataba de ninguna contradicción especial y que sólo eran  diferencias en el gusto.

La segunda botella fue despachada con rapidez, a la vez que el entusiasmo iba subiendo de tono. Los duendes del vino, sobre todo en Leonardo, siguieron arreciando el efecto esperado. No estaba acostumbrado a ingerir licor.

Llegó lo solicitado de abreboca. Desapareció como por arte de magia, pues Leonardo y Fernando sintieron que de alguna manera les amortiguaba los efectos del vino, a pesar de que les resultaba algo fuera de sus gustos gastronómicos.

El Secretario, ya un tanto entusiasmado, comentó que desde que la Academia supo de las dotes de Leonardo, se hacía una pregunta para la cual no  había obtenido respuesta, referida al hecho de si éste había recibido alguna explicación razonable de los especialistas, médicos, psicólogos, fisiólogos, acerca de lo que determinaba dotes tan extraordinarias. Precisó que se refería a aspectos anatómicos, funcionales o mentales que estuvieran determinando el milagro de tan prodigiosa memoria. Afectando preocupación le solicitó al muchacho que perdonara la imprudencia, pero que dado su razonable interés,  sentía la necesidad de satisfacer su  curiosidad, aunque entendía perfectamente que Fernando no tenía de ninguna manera que satisfacerla, pues se trataba de algo muy personal e íntimo.

▬ No se preocupe ▬ dijo Leonardo sin considerar que se le preguntaba algo que debía aclarar▬. Esa pregunta me la han hecho cientos de veces, es natural, pues la curiosidad humana no tiene límites, y en todos los casos he dado la misma respuesta. No se ha determinado nada especial en mi cuerpo, mi cerebro o mi psiquis, En nada difiere de lo de cualquier persona normal. Muchos consideran que puede haber un conjunto de factores imperceptibles que en conjunto determinan mi memoria excepcional, pero yo siempre he sostenido que todo se debe a mi absoluta dedicación. Desde niño, día y noche, me embebí como un poseso en el estudio del significado de las palabras. Y soy sincero, usted se lo merece. Algunos estiman que un grado leve de autismo y haber nacido sietemesino debe haber influido. Nada está dicho y a mí, esa incertidumbre, no me afecta para nada.

▬ Gracias por la explicación. Me complace su sinceridad.

Un media hora después, tres bellas mesoneras, dirigidas por el chef, acercaron un carrito a la mesa, en la cual se apreciaba lo solicitado. Les fue servido el mero que desapareció con cierta celeridad.

▬ Satisfechos ▬ preguntó el anfitrión.

▬ Extraordinario dijo Fernando y Leonardo lo corroboró afirmando con un movimiento de la cabeza.

El Secretario quiso pedir una botella más, pero sus invitados se opusieron. Sentían que un poco más de vino no sólo tendría efectos inmediatos sino en la noche y con seguridad al otro día. No querían se alterara el itinerario que se habían fijado, ni que nada pudiera influir negativamente en el reto que al otro día enfrentarían en la Academia.

▬ Comprendo, pero les hago una pregunta: qué desean ahora, ir al hotel o tienen otros planes. Las posibilidades en Madrid son interminables y creo que no vale la pena que desde ya, aunque la noche se viene encima, decidan irse a dormir. Dicen que los madrileños no dormimos y nos tildan de inveterados bebedores y comilones.

▬ No creo que queramos ir al hotel ▬ estimado amigo, dijo Leonardo ▬. Y es que cuando niño, un sacerdote sevillano, llegado a nuestra parroquia, acostumbraba a embelesarnos con sus cantares, acompañado de la guitarra, la que ejecutaba con maestría. Según supimos, se fue del pueblo, dejó los hábitos y se dedicó a la bohemia, apoyado en su guitarra. Y si bien he visto en algunas ciudades, México, Caracas, Lima, tablaos flamencos, creo que aquí, en el corazón de España, debe presentarse algo excepcional.

▬ Claro que sí  ▬ aclaró entusiasmado el Secretario ▬. En Madrid funciona el más famoso tablao flamenco del mundo, mejor incluso que los del sur del país, la tierra de los gitanos. Se le llama “El Corral de la Morería” y creo, si mal no recuerdo que una primera presentación será a las nueve de la noche. Son las seis y ternemos tiempo. Desde la recepción del restaurante llamaré para que se nos reserve una mesa.

Llegaron al “Corral de la Morería” a eso de las siete. Les habían reservado una mesa frente al escenario, distante sólo unos cinco metros. Eso les aseguraba ver la actuación a plenitud, apreciando los pormenores sin ninguna dificultad.

Sin siquiera participarlo, el anfitrión pidió una botella de vino. Explicó que la entrada, muy cara, incluía una botella de vino y tres servicios de tapas. Luego, el nuevo consumo sería cobrado aparte y a precios considerables.

El ambiente era extraordinario. Se sentían en otro mundo, sus muebles, sus ménsulas árabes y la gran cantidad de faroles, les transmitían la sensación de estar en una antigua fiesta de algún rico faquir, saboreando lo que los árabes dejaron como patrimonio cultural a los españoles…Todo era deslumbrante y las mesoneras, bellas mujeres, vestidas de odaliscas, permitían viajes raudos a la imaginación. No resistieron la tentación, y dado lo sugestivo del ambiente, optaron por tomarse otra botella de vino. El espectáculo les resultó extraordinario, hipnótico, lleno de un sabor que no podían definir. Era la música más alegre y sugestiva que habían oído. Era el baile con más garbo y sabor que habían podido ver. Maravillados, llenos de satisfacción, regresaron después del Show al hotel. La recepcionista, previendo lo que les sucedería, mando a colocar en una de las mesas de la suite, algunas bebidas especialmente preparadas para neutralizar los efectos del vino, y comida apropiada.

Tal como lo habían acordado, a eso de las nueve de la mañana, con un ligero guayabo, soportable, abordaron el auto de la Academia y Rosal, y como estaba planificado previamente,  los llevo con rapidez hasta el Museo del Prado. A medida que lo recorrían, sentían la grandeza artística de muchos hombres que poseyendo inigualables capacidades, venidas de no se sabe dónde, de la inspiración de Dios, sin duda, habían creado bellezas de una magnitud inconmensurable, imposible de tasar en toneladas de oro.

Los visitantes al Museo, dada la profusión que por los medios impresos y la televisión se había hecho del evento que se realizaría en la Academia, los miraban con curiosidad, produciéndoles cierta incomodidad. Sobre todo a Leonardo que se sentía incómodo ante tales manifestaciones, pues en el fondo seguía siendo un tipo tímido.

▬ Qué sientes viendo tanta belleza ▬ preguntó Fernando, esperando alguna respuesta de su discípulo, cuando ya habían recorrido parte del Museo y en momentos en que apreciaban las obras de Goya.

▬ No sé, no sé. Es una sensación extraña que no puedo manifestar con palabras. Es algo diferente, para lo cual no tengo ninguna definición. Es eso, una sensación placentera. Lo que más me llamó la atención, no sé por qué, fueron los cuadros del Greco. Hay un algo en ellos que me transportó a un espacio indefinible, no material, sin límites. Que me produjo un deleite desinteresado. Me sedujo, sobretodo, el cuadro de San Sebastián, la Anunciación y la Huida de Egipto.

▬ Interesante, muy interesante ▬ dijo Fernando asumiendo su proverbial tono profesoral ▬, eso quiere decir que tienes la suficiente sensibilidad para apreciar los tesoros creativos de hombres que han sido capaces de darnos obras que nos generan, es lo que me has dicho, un deleite desinteresado y puro. Y es que lo bello, un concepto metafísico, es un algo que sentimos luminoso, brillante, esplendente, que agrada a la vista y mueve las fibras del espíritu.

Saturados de entusiasmo, de haber podio dimensionar, a pesar de su limitada formación en arte, tanta expresión del poder creativo, salieron, dispuestos a irse al hotel a descansar, de manera tal que la actividad en la Academia se enfrentara con el éxito esperado. En las afueras del museo compraron algunas réplicas, difíciles para un lego de distinguir de los originales: La Virgen de la Rosa, de Rafael; La Trinidad, San Sebastián y al Huida de Egipto del Greco; El Prendimiento, de Anton van Dyck; y Las Meninas, de Diego Velázquez.

Sin poder enviar cierto nerviosismo, avistaron desde el automóvil la fachada de la Academia. Eran las siete de la tarde.  En su puerta principal los estaban esperando miembros que supusieron del Gobierno de la Institución, acompañados del Secretario. A ambos lados de la puerta se habían apostado muchas personas e inquietos periodistas que aunque imposibilitados de hacer en ese momento alguna entrevista, tomaban fotos sin parar. La televisión abriéndose los camarógrafos espacio a empujones, filmaba la llegada de los invitados.

Les fue presentado el Presidente y demás miembros, que efusivamente le dieron la bienvenida, a la vez que los acompañaron hasta el auditorio donde tendría lugar la prueba. El local estaba abarrotado. Incluso había mucha gente de pie. Todos estaban expectantes y no era para menos. En el corazón simbólicamente palpitante de la lengua, alguien, venido de los páramos andinos de Venezuela, les mostraría el hecho de conocer casi en forma total, las palabras que la Academia, a través de los años, había asentado en su Diccionario, obra del trabajo denodado de muchos intelectuales. Todo se concentraba, inexplicablemente, en una persona.

En el escenario, a la derecha, se habían colocado tres sillas, cerca de un micrófono ubicado en su correspondiente soporte a pocos pasos de ellas. Una vez que los invitados se sentaron, después de haber recibido un caluroso aplauso, el Secretario, afectando una pose hierática, habló:

Estimados señores miembros de la Real Academia de la Lengua Española; señores invitados especiales de las diferentes universidades del país; señores escritores y críticos literarios. Bienvenidos a esta casa, en la que nuestra lengua ha sido protegida, ampliada y exaltada a través de los años.

Hoy es un día muy especial. Nos reunimos para ser testigos de algo inédito: calibrar la capacidad del señor Leonardo Prado, acompañado de su profesor y tutor, don Fernando Perdomo, en cuanto a su capacidad,  según lo que sabemos por lo que ha sucedido en otras instituciones del mundo de habla hispana, de dar la o las acepciones de la mayoría de palabras asentadas en nuestro Diccionario, excluyendo, es lo acordado con anterioridad, nombres de plantas, minerales, animales, compuestos químicos y referencias geográficas

La metodología, acordada previamente por la Academia y nuestros invitados, es la siguiente:

En la pantalla que está en el fondo del escenario, irá apareciendo cada palabra. Luego el señor Leonardo Prado tendrá la amabilidad de dar la o las correspondientes acepciones. De inmediato, en la misma pantalla, aparecerá lo que en el diccionario está escrito, corroborado o no lo dicho por el señor Prado…Quiero aclarar que se trata de quince palabras seleccionadas por un grupo selecto de académicos, privando, como criterio básico de selección, que las mismas no tengan un uso común. El distinguido invitado tiene la oportunidad de posponer la respuesta, cuando lo crea conveniente, volviendo sobre la palabra cuya acepción no se haya dado a conocer, después de tratada la decimoquinta.

▬ Por favor señor Prado ▬ invitó el Secretario ▬ acérquese al micrófono y de inmediato empezaremos, de acuerdo a lo previsto. Gracias.

Inmutable, sereno, sin siquiera parpadear, Leonardo se acercó al micrófono y con voz segura saludó a los presentes:

Estimados señores, buenas tardes. Para mí y mi profesor, es un honor, sea cual sea el resultado de la prueba, haber podido visitar este templo de nuestra lengua, al que considero sagrado y digno de la mayor admiración. Amó las palabras con pasión y para conocer su significado he vivido. Espero no defraudarlos. Y es mi deseo, perdonen la franqueza, no ser  considerado como un hombre show que presenta un espectáculo, sino como un estudioso que ha logrado con su esfuerzo alcanzar un objetivo poco común. Odio la figuración. Y es que me considero un ser humilde, a pesar de este don que me ha dado Dios, pues humilde es mi origen y formado en un hogar  cristiano, pleno de esa virtud

Todo el auditorio aplaudió. Muchos, en su fuero interno, consideraban poco probable que triunfara. Algunos de los asistentes, incluso, antes de entrar al recinto, habían comentado entre ellos que a lo mejor lo que había habido en Latinoamérica era un espectáculo amañado. Otros  más sensatos,  ripostaban diciendo que no podía ser tal, pues de serlo no se hubiera atrevido a venir a la Academia y a la Universidad de Salamanca a hacer el ridículo. Nadie podría tener tamaña desfachatez.

Todos estaban expectantes, no se oía ni el sumbido de una mosca. De pronto, la pantalla se activó y apareció la primera palabra: Heliogábalo.

Leonardo: Hombre dominado por la gula.

Pantalla: Hombre dominado por la gula.

¡APLAUSOS!

Pantalla. Segunda palabra: Burgarí.

Leonardo: Vecino que se turna gratuitamente, como guarda de campo en pequeños pueblos.

Pantalla: Vecino que se turna gratuitamente, como guarda de campo en pequeños pueblos.

¡APLAUSOS!

Pantalla: Tercera palabra: Orzaya.

Leonardo: Después de pensar unos veinte segundos sugirió posponerla.

Pantalla: Pospuesta.

¡SILENCIO ABSOLUTO!

Pantalla: Cuarta palabra: Anábasis.

Leonardo: Periodo de crecimiento de las enfermedades.

Pantalla: Periodo de crecimiento de las enfermedades.

¡APLAUSOS!

Pantalla: Quinta palabra: Asíntota.

Leonardo: Línea que se prolonga indefinidamente y que se acerca de continuo a una curva, pero sin llegar nunca a tocarla.

Pantalla: Línea que se prolonga indefinidamente y que se acerca de continuo a una curva, pero sin llegar a tocarla.

¡APLAUSOS!

Pantalla: Sexta palabra: Osqueonco.

Leonardo: Pospongo.

Pantalla: Pospuesta.

¡SILENCIO!

Séptima palabra: Pirrarse.

Leonardo: Desear con vehemencia una cosa.

Pantalla: Desear con vehemencia una cosa.

¡APLAUSOS!

Octava palabra: Quinbambas.

Leonardo: País imaginario en que se sitúa la gente olvidadiza, ignorante o distraída.

Pantalla: País imaginario en que se sitúa la gente olvidadiza, ignorante o distraída.

¡APLAUSOS!

Novena palabra: Sinjundia.

Leonardo: Cantilena, repetición monótona y molesta.

Pantalla: Cantilena, repetición monótona y molesta.

¡APLAUSOS!

Décima palabra: Trastulado.

Leonardo: Que mueve a risa.

Pantalla: Que mueve a risa.

¡APLAUSOS!

Décima primera palabra: Vopisco.

Leonardo. Se dice del gemelo que sobrevive cuando el otro muere en el parto…Que coincidencia que se haya escogido esa palabra, pues yo soy vopisco, de manera tal que  no la olvidaré nunca.

Pantalla: Se dice del gemelo que sobrevive cuando el otro muere en el parto.

¡APLAUSOS PROLONGADOS!

Décima segunda palabra: Xapoipa.

Leonardo: Especie de torta que se fríe en el sartén.

Pantalla: Especie de torta que se fríe en el sartén.

¡APLAUSOS!

Décima tercera palabra: Zalacre.

Leonardo: Pedazo grande de pan.

Pantalla: Pedazo grande de pan.

¡APLAUSOS!

Décima cuarta palabra: Bombómido.

Leonardo: se dice de los insectos que cuando vuelan zumban.

Pantalla: se dice de los insectos que cuando vuelan zumban

¡APLUASOS!

Décima quinta palabra: Clazol.

Leonardo: Bagazo de caña, estiércol.

Pantalla: Bagazo de caña, estiércol.

¡APLAUSOS!

Terminadas las quince palabras, número acordado previamente, los asistentes se preguntaban si las pospuestas podrían ser o no conocidas por el invitado.

Pantalla: Primera palabra pospuesta: Orzaya

Leonardo después de pensar un rato: Niñera.

Pantalla: Niñera.

¡APLAUSOS!

Segunda palabras pospuesta: Osqueonco.

Leonardo: Después de pensarlo repetidamente y sonreír satisfecho: Escroto, tumor.

Pantalla: Escroto, tumor.

¡TODOS DE PIE APLAUDIERON EFUSIVAMNENTE DURANTE AL MENOS UN MINUTO!

El Presidente de la Academia se acercó y lo abrazó como un padre que abraza a su hijo. Lo mismo hizo el Secretario

De inmediato, el Presidente, con una voz ronca y algo cansina, seguro que por la edad, habló a la concurrencia diciéndole que como en un cien por ciento la prueba se había cumplido en forma satisfactoria y quedaba demostrada la inigualable memoria de Leonardo, a nombre de la Institución lo felicitaba a él y su profesor. A la vez  en medio de nuevos aplausos, le entregó como recuerdo, la última edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, con la firma de todos los académicos y un cheque, tal como fue acordado, por un monto de 500.000 euros.

El Secretario se hizo de nuevo del micrófono e invito a un brindis en el salón de recepciones, aclarando que sólo podrían acceder al mismo quienes poseyeran la respectiva invitación.

El público empezó a salir del auditorio, comentando lo sucedido y dando a conocer cada cual sus impresiones. A todos les parecía un sueño que pudiera existir una mente con tal potencialidad, Trataban de detallar al muchacho mientras caminaban a la puerta de salida, fijando en él la vista, como pretendiendo encontrar alguna característica no común. Pero no. Era un ser igual a los demás. La confusión mental era generalizada.,

Una vez en el salón de recepciones, el Presidente de la Academia, aun vivamente emocionado, hizo el brindis correspondiente, levantando su copa de champagne.

Brindo, queridos amigos, por haber sido testigos en nuestra Academia de un acontecimiento excepcional, extraordinario, y, si se quiere, hasta inconcebible, pues no tiene en absoluto nada de común que a un ser humano como el señor Prado, salvo que posea características fuera de lo común, tatuadas por la divinidad, y aún no determinadas en su origen con exactitud, se le haya permitido memorizar las palabras que de nuestra lengua figuran en el diccionario y que como sabemos, ascienden más o mensos a la cantidad de 88.000…Felicitaciones, mil felicitaciones de nuevo.

Leonardo y Fernando, después del brindis, empezaron a sentirse fastidiados por el atosigamiento a que eran sometidos por todos los que querían intercambiar ideas con ellos y, sobretodo, por el gran número de periodistas que querían mediante entrevistas obtener alguna premisa, pues sin la menor duda lo sucedido en la Academia iba a ocupar las primeras páginas de todos los periódicos y canales de televisión. Fue inevitable satisfacer las entrevistas solicitadas por los reporteros de la televisión, pues el esfuerzo de cargar cámaras y sistemas de luces, no podía ser obviado.

Cientos de personas estaban bordeando la entrada de la Academia. Los organizadores, previsivos, habían colocado en el patio de entrada, sobre una estructura metaliza construida para tal fin, una pantalla de televisión gigante, por la que se transmitió en su totalidad el acto.

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